Cuenta una antigua leyenda que bajo los escombros de la ciudad Inca Caxamarca, atravesando unos caminos labrados en peñas, se ingresaban a unas galerías rocosas que conducían a jardines subterráneos donde habían árboles cubiertos de oro purísimo, delicadamente trabajado.
En este lugar, se podía ver unas de las Andas de Oro del Inca, huertas magníficamente elaboradas en oro, y flores artísticamente hechas en hilos y láminas de oro. También elevados tallos y espigas de maíz, imitando a la naturaleza con el finísimo metal.
Según la leyenda de la ciudad perdida, estaba prohibido tocar estos tesoros, pues en un tiempo anunciado renacería el imperio y cualquiera que se hubiese apropiado de alguna de estas maravillosas obras, moriría antes del anochecer.
Estos dorados sueños descansan en recuerdos y tradiciones de tiempos pasados.
El lujo de los jardines o huertas de oro han sido muchas veces descritos por testigos oculares según los cronistas Cieza de León, Sarmiento, Garcilazo y por los primeros historiadores de la conquista.