El clarín es un instrumento propio del departamento de Cajamarca. En el campo, en las faenas, en las mingas, en los trabajos comunales, en las cosechas y en la mayoría de reuniones familiares, como fiestas y entierros, están presentes el clarinero y el cajero.
El clarín es hecho de un carrizo de más o menos dos metros de largo, como mínimo, ya que existen los de hasta siete metros. Su confección consta, además, de una boquilla, de una mama boquilla y un guguache, y en el extremo final, se coloca una calabaza cortada por la mitad. Este nuestro instrumento musical fue declarado “Patrimonio Cultural de la Nación” en el año 2008. La referencia oficial del clarín la dio el obispo don Baltazar Jaime Martínez de Compagnon y Bujanda.
Se dice que este singular instrumento fue creado en el siglo XVIII, pero también se comenta que un ejemplar forjado de metal se encontró en el templo de Tantarica (1200 al 600 a.C.), en la década de los años 70. La característica es que produce melodías tristes, únicas. Dicen que el diablo le tiene miedo al carrizo; por eso, cuando uno anda con el clarín, los malos espíritus no atacan.
Se conoce por la zona de La Encañada y Llacanora (zona rural de la provincia de Cajamarca) una leyenda de cómo apareció el clarín hace muchísimos años.
En el hermoso valle de Cajamarca, por las laderas de Llacanora, existían dos campesinos, muy bien parecidos, que vivían un idilio en secreto, y que siempre se reunían por las tardes a orillas del río Cajamarquino, a gozar del aire puro y del agradable aroma que esparcían las flores silvestres. Este gran idilio se vio interrumpido por la aparición del hijo de un curaca que gobernaba el valle, quien quedó prendado de la bella campesina.
Tal personaje intentó en muchas oportunidades ganarse la simpatía y amistad de la joven, pero siempre fue rechazado, ya que tenía un gran amor y cariño por su pareja.
Enterado el hijo del curaca del romance de la bella, asesinó al joven campesino, y lo enterró cerca de un manantial de agua cristalina y sabor muy agradable. La campesina lloraba sin entender la ausencia de su amado, hasta que un día el hijo del curaca le contó la verdad, pensando que ella se vería obligada a estar con él.
Después de mucho sufrimiento y melancolía, la joven decidió quitarse la vida en el lugar donde habían asesinado a su amado. Al poco tiempo, en aquel sitio, nacieron dos plantas de carrizo desconocidas. Del carrizo grueso apareció el Clarín Roncador (hombre), y del carrizo delgado o más fino, el Rambino (mujer).
Por eso se dice que de ambos instrumentos, por más que alguien se esfuerce por sacarles notas alegres, siempre saldrá solo música triste y única, aunque pasen los tiempos y las generaciones.
Por Temístocles Noriega