La semana pasada tuve la oportunidad de conocer a una persona de nacionalidad venezolana, ella como millones de venezolanos, ha salido de su país huyendo de la dictadora y del caos económico que se vive en ese país. Ella ha encontrado en Perú no sólo un país acogedor, sino además un país que le ha dado la oportunidad de trabajar y con ello de sostener a su familia en Venezuela. Al conversar con ella y otros amigos, por un momento me puse de su lado y pensé en lo difícil que debe ser estar en un país que no es el tuyo, en donde no está tu familia ni tus amigos, en donde el Presidente no es tu presidente y las instituciones no las sientes tuyas.
Lo pensé y me fue fácil comprender todo ello, pues en los largos años de vida profesional he tenido la oportunidad de estar estudiando en muchas partes del mundo. Y por supuesto en algunos de los países he experimentado el desprecio de algunas miradas o el trato áspero al saber que no eres de ellos. Pero también he experimentado el cariño y desprendimiento de quienes sin conocerte están dispuestos a apoyarte y acogerte como si fueras parte de su familia.
El último domingo hubo elecciones en Venezuela y como sucede en los países con este extraño modelo, el único que ganó fue Maduro y por supuesto todos sus allegados, quienes no sufren de escasez sino de abundancia, en un país que se muere en la pobreza, el desempleo, la hiperinflación y la tiranía.
Así es, Nicolás Maduro, el hoy autoproclamado presidente de Venezuela, continuó con las políticas heredadas de su antecesor Hugo Chávez. Todo orientado a anular la Democracia y controlar todas las instituciones del Estado, desde el Poder Judicial, el Parlamento (hoy a través de la Asamblea Constituyente) y por supuesto a las instituciones encargadas de llevar a cabo los procesos electorales. Es decir, ha logrado un gobierno que gira en función de los deseos, caprichos y decisiones de Nicolás Maduro.
Explicaré un poco por qué llego a tales conclusiones.
En Venezuela el voto no es obligatorio, por lo que, sólo van a votar las personas que así lo desean. Pero el gobierno de Maduro tiene controlado y manipulado las voluntades de los venezolanos. Él decide a quién le da beneficios sociales y a quién no, esto a través del “Carnet de la Patria”. Por ello, en la víspera de las elecciones ofreció un sinnúmero de beneficios para quienes apoyaban su candidatura e iban a votar por él. Es más, el día de las elecciones a 200 metros de cada centro de votación se ubicaron los llamados “puntos rojos”, toldos en donde los electores reportaban su voto a favor de Maduro, con lo cual aseguraban algo de comida para los siguientes días.
Pero no sólo ello, los venezolanos viven bajo amenaza. Los principales líderes opositores están encarcelados. No hay libertad de prensa, pues todos los medios de comunicación han sido nacionalizados y están bajo el control del gobierno. Hasta la fecha han existido cientos de muertes en la lucha contra esta dictadora. Si sales a protestar a las calles, te reprimen con fuego. Los militares están bajo la total subordinación de Maduro y no dudan en cometer crímenes de lesa humanidad y violar los derechos humanos. Una muestra de ello fue el asesinato de Óscar Pérez, quien fue asesinado después de haberse rendido y su cuerpo nunca fue entregado a su familia.
Con todo el sistema en sus manos y prácticamente siendo el único candidato, Maduro sólo obtuvo 5.8 millones de votos de 20.5 millones habilitados para votar. Y obtuvo 1.5 millones de votos menos que cuando por primera vez fue electo como presidente, pues cada vez menos venezolanos le apoyan. Y esto sin contar los casi 5 millones de Venezolanos que huido de su país.
Por eso Venezuela llora esta derrota de la democracia, llora por la tiranía y el abuso de poder, llora por la falta de alimentos y medicinas, llora al ver a sus hijos huir de Venezuela en busca de un mejor futuro, llora el asesinato de los ciudadanos, llora por la manipulación de las conciencias y llora porque su honor ha sido estropeado.