Molina es el cronistas que mayormente registra la importancia ritual de las Coyas ancestrales, aunque también Cieza de León describe a Mama Wako, Mama Ocllo y Mama Anahuarque, con poderes sobrenaturales. Esta visión de la mujer unida a la vida y al ceremonial religioso se remonta a varios siglos antes de la expansión Inca, y está presente en el mismo origen del Imperio. Según la leyenda los hermanos Ayar son los míticos personajes que explican el origen de los Incas. Del cerro Tamputocco, en Paccaritambo (Cusco), salieron cuatro hermanos en busca de tierras fértiles: Manco Cápac, Ayar Aucca, Ayar Cachi y Ayar Uchu, acompañados de Mama Occllo, Mama Wako, Mama Ipakura y Mama Rawa, respectivamente.
Otra versión señala a Manco Capac y Mama Ocllo, como la pareja fundacional símbolo de dualidad y complementariedad. En la versión de Murúa, Manco Capac aparece saliendo del Lago Titicaca vestido de oro como correspondía al hijo del Sol acompañado de Mama Occllo. Sin embargo, el cronista indio Juan Santa Cruz Pachacuti, introduce un nuevo elemento al señalar que Manco Capac fundó el Cusco con Mama Wako. Betanzos, añade que Mama Wako era la esposa de Ayar Uchu.
Guaman Poma de Ayala, la sindica como madre de Manco Capac, y la describe como la primera Coya, “llamada Mama Wako fue muy hermosa y morena de todo el cuerpo y de buen talle. Una gran hechicera, según cuentan su vida e historia que hablaba con los demonios, hacía hablar a las piedras y peñas ídolos guacas. De esta señora comenzaron a salir reyes Ingas y dicen que no le fue conocido su padre ni su hijo Mango Cápac Inga, sino que era hija del sol y de la luna y se casó con su hijo primero Mango Cápac Inga” , (Felipe Guaman Poma de Ayala. Nueva Corónica y Buen Gobierno. México, 1993, I Tomo, p. 96.)
Según Bernabé cobo, antes de entrar al Cusco al Inca “le había nacido un hijo de su mujer Mama-Huaco, en un pueblo llamado Managua, que distaba una legua del Cusco, a quien puso Cinchi-Roca y crió con mucho cuidado, como al que le había de suceder en el reino que fundaba”.
La importancia de Mama Wako, es corroborada también por Cobo cuando describe su muerte:
“Llegóse la muerte de Mama-Huaco y fue muy llorada, porque duraron sus obsequias más de dos meses. Hicieron las primero en el Cusco por espacio de diez días, después fue el rey con su corte a cada pueblo y lugar por todo el valle del Cusco, haciéndole en cada uno sus llantos”. (Bernabé Cobo. Historia del Nuevo Mundo. Madrid, 1956, p. 65.)
Fray Buenaventura de Salidas y Córdova ofrece otra versión interesante: Mama Wako concibió un hijo del demonio que crió Pilcosisa, una hechicera hermana suya. Un niño que más tarde sería Manco Capac, el fundador del Imperio:
“…entre todas la más hermosa mujer, y más sagaz, llamada Mama Wako, deshonestísima y lasciva con extremo hizose preñar con ayuda del demonio y el hijo que parió sin ser sentida de nadie, se lo entregó a una hermana suya, eminente hechicera, tenida en gran veneración de toda aquella gente, llamada Pilcosisa; criose el muchacho en una cueva llamada Tambo Toco, hasta la edad de cuatro años y publicando entre ambas que dentro de pocos días iba salir al mundo y aparecer en Paccaritambo, lugar junto al Cusco, un infante hermosísimo, para que como Rey y absoluto señor fuese obedecido y venerado en toda la tierra, por ser hijo natural del Sol, que como Dios Supremo que adorasen lo había de enviar desde el cielo, para que gobernase y que este se llamaría Mango Capac Inga”. (Fray Buenaventura de Salinas y Córdova. Memorial de las Historias del Nuevo Mundo Piru. Lima, 1957, p. 14.)
La explicación del mítico nacimiento de Manco Capac, hijo de “la más hermosa y más sagaz” de las mujeres, además, deshonesta y lasciva, como el demonio”, apunta a la interpretación hispana al relacionar el origen de los Incas con el engaño y las fuerzas del mal:
“Después de algunos días entraron a la cueva en una tenebrosa noche Mama Wako y Pilcosisa, hermosamente vestidas y adornadas, y engalanando al Infante con ojotas de oro, y algodón (que fue el primer calzado de los indios), orejeras de oro, manta encarnada y camiseta azul; y por corona una borla verde de algodón, que le llegaba a las sienes con otros dijes de oro y plata, lo subieron al más levantado cerro, y colocando sobre un risco, apareció por la mañana iluminado por el arte del demonio con los rayos y resplandores del Sol, y de la luz, con admirable hermosura; y puestas a los lados de rodillas las dos encantadoras, que tan ganada tenían la opinión, y crédito de sabias obligaron fácilmente a todo aquel infinito gentío a que lo creyese por hijo natural del sol, sin padre ni madre terrenos y lo adorasen por Rey”. (Ibídem, p. 15.)
Otra lectura indica la relevante presencia de mujeres sacerdotisas, tan disímiles como Mama Occllo y Mama Wako, dos arquetipos femeninos diferentes: Mama Occllo: “la mujer hogareña, ocupada en las tareas de la casa, y la crianza de los hijos, el cumplimiento de las faenas agrícolas y textiles; y por otro lado la tradición de la mujer guerrera, libre y osada que podía ejercer el mando de los ejércitos”. (María Rostworowski. La mujer en la época prehispánica. Lima, 1988, p. 12.)
Pero de acuerdo a la concepción dual de la sociedad andina, todo está dividido en dos partes y dioses y hombres actúan en pareja; además que lo “masculino” y lo “femenino” en el mundo andino no se ajustan a nuestras categorías. Prueba de ello es que para referirse a circunstancias especiales se dotaba a las mujeres de atributos ‘masculinos’ como sería por ejemplo el caso de Mama Wako. Lo cual también se advierte en el idioma quechua donde los pronombres él y ella, tienen una misma denominación: pay. Así, ellos y ellas, es paykuna. (Guardia Mayorga. Diccionario Kechwa. Ob. Cit., p. 135.).
Sara Beatriz Guardia
Mujeres Peruanas. El otro lado de la historia, quinta edición 2013.