Nació en Bélgica, pero tiene ascendencia congoleña y eso siempre lo ha enfrentado a cuestionamientos sobre su nacionalidad. Poco le ha importado a Romelu Lukaku, el delantero estrella de la selección belga. Y todo empezó cuando hizo una promesa a los 6 años para mejorar la vida de su familia: jugar al fútbol profesional y estar en el equipo de su país. Y la supo cumplir.
El camino no fue fácil. Lukaku pasó las mil y una pero jamás bajó los brazos. Conoce la conmovedora historia de superación de la estrella belga que no se cansa de anotar goles.
El jugador que no conoce los límites
El futbolista supo que tenía que jugar desde muy pequeño: por su familia tenía que llegar lejos. Y es que un día descubrió que estaban en la quiebra, no pudo ver más sufrir a su madre, por lo que se juró que iba a jugar al fútbol profesional y sacar a todos adelante. Así lo relató el propio Lukaku en su columna en The Players Tribune:
«Tenía 6 años, y volví a casa a almorzar al salir del colegio. Mamá tenía lo mismo de siempre en el menú: pan y leche. Pero ese día volví a casa y mamá empezó a mezclar la botella de leche con algo más. Ella me sirvió el almuerzo con una sonrisa como si todo estuviera bien. Pero comprendí lo que estaba haciendo. Estaba mezclando leche con agua. No teníamos suficiente dinero para hacer durar la botella toda la semana. No éramos solo pobres; estábamos quebrados».
Con el tiempo, su apuesta fue creciendo. No solo quería jugar profesionalmente, sino ser el mejor jugador belga de la historia.
«No bueno. No excelente. El mejor. Jugué con mucha bronca, por muchas cosas: por las ratas que corrían por nuestro departamento, porque no podía ver la Champions League por televisión, por los padres de compañeros que me miraban mal [lo cuestionaban por su raza y no parecer de la edad ni la nacionalidad para jugar]. Y a los 12 anoté 76 goles en 34 partidos; todos los hice con los botines de mi papá».
Su padre estaba en sus últimos años como jugador de fútbol profesional, el dinero no alcanzaba, y compartían el mismo par de botines para entrar a la cancha. La televisión se había acabado, también la luz y el agua. «Mamá, eso va a cambiar. Verás. Voy a jugar fútbol para Anderlecht, y va a suceder pronto. Estaremos bien. Ya no tendrás que preocuparte más», le decía Lukaku a su madre cuando la veía llorar, preocupada.
Así fue como Romelu le preguntó a su padre a qué edad podía empezar a jugar profesionalmente como él. Su respuesta fue a los 16 años. Dicho y hecho: a los 16 años y 11 días Lukaku firmó su contrato profesional con Anderlecht, tal y como se lo prometió a su familia.
«A la gente del fútbol le gusta hablar de fortaleza mental. Bueno, soy el tipo más fuerte que jamás conocerán. Porque me acuerdo sentado en la oscuridad con mi hermano y mi mamá, rezando, y pensando, y creyendo, y sabiendo que iba a pasar».
En Rusia 2018, Lukaku tiene 25 años y juega su segundo Mundial de Fútbol con la camiseta de la selección de Bélgica. Es la estrella del equipo. Sus promesas se cumplieron, y su madre solo llora de emoción y orgullo.