Tomamos decisiones a cada instante. Cada paso, cada palabra, cada acción… Todo lo que hacemos es resultado de un complejo proceso mental en el que descartamos caminos, aceptamos premisas y tomamos riesgos. Unos se rigen por la lógica, el análisis, la razón. Otros, por contra, tienden a ser más emocionales, más creativos. Y a menudo, el conocimiento popular afirma que eso depende del hemisferio cerebral que más usamos, porque “el hemisferio izquierdo es más racional, mientras que el derecho es más creativo”.
¿Es cierto que tendamos a usar más un hemisferio que otro? ¿Es precisa la idea de que cada hemisferio desempeña funciones diferenciadas? ¿Mito o realidad?
Jordi Pascual, neurólogo del Hospital del Mar de Barcelona, destaca que en el hemisferio izquierdo “se encuentran los centros del lenguaje”. “Es la parte más lógica, de elaboración del lenguaje, donde se encuentran las partes motoras”. El derecho, por su parte, es donde se encuentran “aspectos de percepción, de concepción espacial. Es más receptivo”.
Conexión entre hemisferios
¿Eso significa que cada hemisferio tiene funciones determinadas y que no involucra al otro? No. Tal y como destaca Pascual, estudios y pruebas como las “resonancias funcionales” determinan que “cuando hablamos o desarrollamos el lenguaje, se activan áreas en los dos hemisferios”.
Cualquier acción, pensamiento o sensación, sea racional o emotiva, activa áreas de ambos hemisferios, aunque su centro se halle solo en uno de ellos. Para ser más precisos, la separación no debe determinarse por hemisferios (derecho e izquierdo) sino por áreas: la frontal, central y posterior.
De qué se encarga cada área
Cuando sentimos una emoción, las áreas que se activan se hallan en la parte central, en el sistema límbico y en el hipotálamo. En el lóbulo frontal, “la parte más anterior del cerebro”, es la encargada de las tareas “ejecutivas, motoras”. La parte posterior, en cambio, es donde se centran las funciones “más receptivas”.
Cada hemisferio contiene los centros que se activan cuando hablamos, sentimos, razonamos o creamos. Pero cada una de nuestras acciones implica tantos núcleos que la interrelación es constante.