Por Martín Alvarado
Un día recordaremos que las calles se quedaron silentes por varias horas y el quedarse en casa se convirtió -para la mayoría- en una obligación para salvar al mundo.
Nadie camina apurado, salvo la Policía y el Ejército, cuando van a dar las 8 p.m. No hay pichangas, no hay gente en la calle y en los cables de alta tensión hay más palomas que de costumbre.
Nadie reniega de los horarios y hay quienes prolongaron sus horas de sueño para olvidarse del virus que intenta ganarnos la hora. Otros ya terminaron de ver las series de Netflix o se han devorado medio centenar de películas.
Es raro permanecer tanto tiempo lejos del trabajo, del ruido habitual de bocinas, realitys en la televisión y penosamente del pollo a la brasa y el frito con ceviche a las once.
Ya no se escucha el avión a las seis, ya no ha venido el guachimán para firmar el cuaderno y el panadero pasa poco, casi no aparece. A las 12 p.m. se nos hizo costumbre ver al presidente, nos guste o no, habrá que escuchar su mensaje. Ojalá, un día…sea posible recordar. Y tú ¿qué más extrañas? Comenta aquí?